Por: Marcos López
Ellas dicen que sólo es 11
tontos atrás de una pelota, pero amigos, yo les digo que el fútbol es mucho más
que eso.
Es tan simple que para jugarlo
se ocupan sólo piedras y una pelota, o tan complicado que algunos
entrenadores utilizan niveles séricos de ácido láctico y creatin-fosfoquinasa
para determinar la fatiga objetiva de sus jugadores; es tan insignificante para
la vida que sin su existencia seguiríamos aquí, y tan importante que personas
han muerto por un partido; es tan predecible que un equipo es capaz de pasar 38
juegos invicto, y tan sorprendente que en una noche mágica un equipo casi
semiprofesional le puede plantar cara a los llamados galácticos.
La vida en este lugar, toma como
patrón de armado a la aparente dualidad, y el fútbol es un reflejo de esto; hay
defensores y atacantes, equipos defensivos y ofensivos, que defienden
presionando o esperando, que mueven la pelota de forma rápida y directa o lento
y corto; incluso llega a etiquetarse de moral ciertas formas de juego; los
líricos, los que eligen la forma “correcta”
de jugar y los de “el lado oscuro”
esa forma de juego que solo es aceptada dentro de la sociedad si eres equipo
limitado, pero si eres grande es repudiado; claro siempre con una matiz de
grises entre cada concepto. ¿Qué es más importante la victoria o la forma de
conseguirla? o, en otras palabras, ¿El fin justifica los medios? Y digo aparente
dualidad, porque desde una inspección interna puede percibirse separación, pero
observado desde arriba el fenómeno completo. nos damos cuenta que todos somos
parte de lo mismo, todos somos un ente disfrutando de lo mismo, todos somos
uno. Todos disfrutamos del mismo juego.
Todo empieza cuando eres un
crío, y observas por primera vez un partido, te asombras de ver cómo la gente
festeja lo que es un gol, te emocionas, te contagias y quieres formar parte de
eso. Después por destino, herencia, casualidad, sentimiento o simplemente
porque te gustaron los colores de un club, te vuelves “hincha”, y entiendes porque la alegría del gol. Notas que al que
llaman el mejor del mundo, es chaparro, jorobado y feo, pero se lleva a todos
con el balón, lo imitas y te das cuenta que no es tan fácil. Si tienes suerte,
llegas a jugar en algún equipo profesional, y si eres elegido puedes llegar
incluso a selección nacional o si eres común llegas a jugar en el equipo de
barrio, de tu colonia, de tus amigos.
En ambos escenarios, aprendes lo
mismo, el valor de la amistad, el apoyo a los demás, el trabajo en equipo;
aprendes lo que es el abandono cuando la estrella del equipo se va, aprendes
de moral, aprendes que existen reglas sociales que dictan el comportamiento, o
lo que es el infierno si tienes el infortunio que descienda tu equipo, y
también aprendes lo que es la gloria, el éxtasis, la felicidad, desde meter un
gol hasta quedar campeón, genera este sentimiento en diversos niveles si eres
hincha, entrenador o jugador.
Todo esto y más es el fútbol, un
reflejo donde apreciamos lo inmenso de nuestra existencia.
“Algunas personas creen que el fútbol es un asunto de vida o muerte,
estoy muy decepcionado con esa actitud. Te puedo asegurar que es mucho, mucho
más importante que eso” - Bill Shankly.
Marcos López
Twitter: @JoseLpz11
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