Cuando somos
pequeños comenzamos a identificarnos con un equipo de fútbol por costumbre
familiar, quizá papá o el hermano mayor nos lo inculca. Y también encontramos
cierto apego con algunos futbolistas en específicos, muchas veces es el que
tira más gambetas, el que sale en los comerciales de refrescos. Queremos el
mismo peinado que él, el jersey con su número y lo queremos ver hacer goles. Es
natural, pero ¿cuándo comenzamos a hallar gusto por los entrenadores?
La táctica, los
entrenamientos y la predisposición a mejorar constantemente son situaciones que
no nos importan tanto cuando descubrimos el fútbol, quizá llegue a ser
inentendible como es tan complicado el
fútbol si nada más volteamos a ver cuando la pelota está cerca de la zona de
gol.
Un director
técnico siempre es el principal culpable cuando las cosas van bien y cuando las
cosas van mal, voltean a verle a él y a sacar mil conclusiones de sus parados
tácticos, si jugó con 4 o con 5, y creo que un entrenador tiene culpabilidad
hasta cierto punto, mas no es el principal responsable de un mal paso de algún
equipo ni lo es totalmente de que algún club gane y se canse de ganar. Tiene
mucho que ver, es cierto, pero influyen muchos más factores que están fuera del
control.
Para hablar de
conductores favoritos tiene que ver mucho la forma en la que perciben el juego,
en un punto de vista personal yo lo siento entendiendo que la posesión es lo
importante para poder atacar y defender, comprendo que jugar bien es principal.
Mi cabeza no comprenda que primero haya que ganar y después ver si jugaste bien
o mal, yo priorizo el serle fiel a una idea, convencer al grupo de jugadores y
morirte con tu filosofía. No cambiar por la prensa o afición, morirte en la
raya con tu idea de juego, morir con tus ideales.
Los entrenadores
con los que simpatizo por forma de juego, ideas del fútbol y fidelidad a una
idea, son los siguientes:
Menotti resulta
un entrenador interesante porque siempre es fiel a sus ideas, tanto como hombre
de fútbol y como hombre de la vida. Posee una capacidad de oratoria magnífica
que enamora al hablar de fútbol, de cuando paseaba por Corrientes para ver
pelear en Buenos Aires a los boxeadores rosarinos, y al día siguiente tomaba un
tren de vuelta a Rosario para ver jugar a Central.
Campeón en 1978
con Argentina en el mundial, pero quizá uno de los equipos que más se le
recuerda es el Huracán de 1973 con jugadores como Babington o Brindisi.
Desde que comenzó
en el Barça B, los que lo vieron, sabían que estaba más que preparado para
tomar las riendas del primer equipo de la capital Catalana, fue capaz de darle
una revolución más al fútbol, como lo fue con Michels, Cruyff o Sacchi, y tomó
lo mejor de los mejores entrenadores de la historia para construir su juego; el
juego posicional y todo lo que este involucra: tenencia, recuperación rápida
tras pérdida, etc.
Guardiola logró
algo que muy pocos logran: el éxito y la gloria juntos, porque existen procesos
que no merecen y ganan, pero hay procesos que merecen y no ganan nada. La etapa
de Pep en Barcelona estuvo llena de buen juego, un fútbol que marcó una época
en el juego, y lleno de trofeos. A lo único que aspira otro equipo es a igualar
lo hecho, no se le puede superar.
A Pep Guardiola
le puedes ganar en el marcador, pero nunca en el fútbol.
Una persona
admirable, lleno de valores firmes y con el amplio gusto de estar en constante
aprendizaje, no conozco a nadie que no haya disfrutado de alguno de los libros
que hablan de él, de alguno de los vídeos que están en la red donde se le
escucha decir frases memorables, es raro que alguien no conozca la historia de Newells, carajo, y fue complicado que
alguien no se haya enamorado de la selección chilena, del Athletic de Bilbao y
del Marsella recientemente.
Vivimos a la
expectativa de que él elija a qué club quiere entrenar.
Obsesionado del
juego, del entrenamiento y de que siempre se puede ser mejor. No tiene un
palmarés tan amplio, pero siempre compite y lucha. A muchos entrenadores se les
distingue por trofeos, pero Marcelo no necesitó de esas situaciones para
hacerse un imborrable nombre en la historia del juego más lindo del mundo.
Cuando hablamos
de este hombre, no muy alto, nuestro primer recuerdo es la final que pudo
ganarle a Argentina para darle a Chile su primera Copa América, pero lo de
Jorge va mucho más allá. Cuando uno se entera que se subía a los árboles para
ver entrenamientos, que se fue a Perú a entrenar sin seguridad de trabajo ni de
nada, puede darse cuenta de que existen muy pocos entrenadores que entiendan y
sientan el juego como él.
Pasó por ligas un
tanto precarias como la peruana, la ecuatoriana y llegó a la chilena para darle
una de las mejores épocas a la U de Chile que lo llevaría al mando de La Roja.
Sí, los llevó al
mundial y estuvieron a nada de echar a Brasil. Sí, le ganaron una copa a
Argentina, pero lo más importante que yo encuentro de Jorge es que hizo jugar
casi perfecto a un seleccionado nacional que ya jugaba muy bien.
Y cuando ves que
suma a Juan Manuel Lillo para imponer el juego posicional, y al explicar que lo
hace porque sabe que hombre a hombre no puede competir contra las potencias
mundiales, te sorprende la real necesidad de la constante mejora en su proyecto
de fútbol, en su proyecto de vida.
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